Guillermina
Mientras caminaba con el viento sacudiéndole el pelo sobre la cara, y obligánola a entrecerrar los ojos, imaginó que era un personaje secundario de una película, y que todos esos señores de traje y sobretodo que estaban alrededor de ella, eran extras.
La lluvia comenzó a caer poco a poco.
Nosotros, en Buenos Aires, no tenemos cuatro estaciones, pensó, si viviera en un lugar con cuatro estaciones de verdad... un lugar como Berlin, Stokholm, Amsterdam, Oslo... capaz, durante el invierno estaría un poco mas metida para adentro, y esa introspección la ayudaría a darse cuenta de que fue (y es) una idiota y la ayudaría a entender que la vida no pasa por ser como uno quiere, la vida pasa por ser como uno es, y no hay vuelta atrás. No hay manera de hacer más que lo que se puede. Es imposible. Irreversible.
Abrió el paraguas.
Le resultaba más fácil incluirse dentro de un escenario de ficción, que ser consciente de las situaciones que ocurrían alrededor suyo.
Le costaba darse cuenta de que lo que le pasaba realmente era una especie de ceguera juvenil autoinducida.
Se tropezó. El viento, le dió vuelta el paraguas, ella intentó enderezarlo con una serie de movimientos demasiado torpes. Finalmente lo abandonó en la vereda. Todavía sigue ahí.
Se acomodó el lazo del impermeable, se secó las lagrimas -"deben ser por el viento" pensó- y entró a un café de la calle Florida, uno de esos tipo Starbucks, donde pidió un machiatto doble y un muffin de limón con semillas de amapola, y se sentó mirando hacia la vereda, en una barra, pensando que seguramente el tiempo era una solución a sus problemas.
La lluvia comenzó a caer poco a poco.
Nosotros, en Buenos Aires, no tenemos cuatro estaciones, pensó, si viviera en un lugar con cuatro estaciones de verdad... un lugar como Berlin, Stokholm, Amsterdam, Oslo... capaz, durante el invierno estaría un poco mas metida para adentro, y esa introspección la ayudaría a darse cuenta de que fue (y es) una idiota y la ayudaría a entender que la vida no pasa por ser como uno quiere, la vida pasa por ser como uno es, y no hay vuelta atrás. No hay manera de hacer más que lo que se puede. Es imposible. Irreversible.
Abrió el paraguas.
Le resultaba más fácil incluirse dentro de un escenario de ficción, que ser consciente de las situaciones que ocurrían alrededor suyo.
Le costaba darse cuenta de que lo que le pasaba realmente era una especie de ceguera juvenil autoinducida.
Se tropezó. El viento, le dió vuelta el paraguas, ella intentó enderezarlo con una serie de movimientos demasiado torpes. Finalmente lo abandonó en la vereda. Todavía sigue ahí.
Se acomodó el lazo del impermeable, se secó las lagrimas -"deben ser por el viento" pensó- y entró a un café de la calle Florida, uno de esos tipo Starbucks, donde pidió un machiatto doble y un muffin de limón con semillas de amapola, y se sentó mirando hacia la vereda, en una barra, pensando que seguramente el tiempo era una solución a sus problemas.
1 Comments:
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